De Grandes Días 01
Siempre recurrí a este lugar en momentos que consideraba importantes. Hace algunos años estaba convencido de que mi vida iba hacia algún lugar nuevo, mientras disfrutaba del amor que sentía por la idea de vivir en una tierra libre y de ser libre en ella, y aún antes de eso, presentía que era importante dejar pistas de mi ruta por el mundo, para que en caso de necesitarlo, pudiera volver sobre mis huellas. Confieso que eso lo aprendí en el campo, donde me perdí un par de veces y después aprendí a mirar hacia atrás cada determinado tiempo, con la única intención de recordar como se veían los lugares por los que había caminado. Así comencé a escribir, tratando siempre de hacerlo de la manera más abstracta, pues siempre escribía para mi, y en ocasiones especiales, para alguien más, pero jamás lo hice con la intención de ser entendido o comprendido. Quien escribe con esa intención puede restringirse a la falsa idea que se hace de si mismo, pienso.
Escribí lo que sentía y lo que sucedía, escribía lo que veía y mis ideas en la forma más simple posible, para que al leerlas en el futuro, me viera obligado a recordar como pensaba cuando había escrito esto o aquello. Lo hice todos los meses durante varios años, y disfrutaba ver las formas ondulantes que se creaban con el mes y año en el cuentagotas que archivaba todo en el pasado. Así describí amor, miedo, y autoconvencimiento, ganas, ideas y en algún momento esbocé algún plan maestro para conquistar la Baja California (eso no fue en este blog, pero fue cerca de aquí). En un momento perdí el sentido de hacia donde caminaba, y al leer el pasado no le encontré ningún sentido ni podía recordar para qué lo había hecho. Cuando perdí mi propósito, dejé de hacerlo, y es por eso que en los últimos años apenas he intentado escribir un par de veces.
Ahora, estoy consciente que los años son capaces de hacerte perder el sentido que tenías en el pasado, y sin embargo, esos años que no escribí son sin duda los que más me gustaría recordar sobre mi mismo porque de alguna manera han sido tan significativos como los anteriores para ser lo que soy, pero mucho más relevantes, puesto que mi edad me ha permitido moverme de formas que antes no conocía, y que además no esperaba, por lo que en lo previo no hay rastro alguno que pudiera dar rumbo a esos años.
Hoy desperté con la mente inundada de esas viejas ideas, con un nudo en la garganta y seguro de que posiblemente nunca más podría volver a tener tan nítidos recuerdos sobre unos años relevantes que ahora quisiera no recordar.
En 2010 comencé a juzgarme, debido a que los cambios en mi vida me habían llevado a una situación donde era más aceptable considerarme responsable de todos los acontecimientos que me rodeaban, me juzgué a mi mismo y me declaré culpable. Posteriormente me condené a no seguir más sueños viejos, aunque los siguiera repitiendo en mi cabeza y discusiones cotidianas. Como quien se deshace de cosas estropeadas, quemé muchas de mis ideas e ideales, y decidí darme espacio entre los ajenos.
Entonces empecé a acercarme a la gente, a buscar cobijo en sus ideas, a encontrar coherencia en sus razonamientos, y quien sepa un poco de mí, sabrá que eso es contradictorio a mi persona y a mi mentalidad hermética a las vidas ajenas (tan presto a la luz del escritorio y tan ciego frente a la luz del sol, pensé). Y conocí personas a partir de ese momento. Todo tipo de personas, y algunas muy relevantes aún ahora.
Viajé a Guadalajara con la intención de salir de mi rutina(Quien lo imaginaría). En un hostal extraño en el centro de la ciudad, frente al templo de San Francisco de Asís, conocí a una fotógrafo que me convenció de que este ambiente era lo que yo deseaba. Cristóbal me mostró un mundo mágico y musical en el que yo no podría aguantar más de dos días, y el no más de dos años.
Volví y me convencí, y me forcé a aceptar que este rumbo nuevo sería más viable que el primero. Que las maquinas no eran mi destino, que la historia era omnipresente y que nada escapaba a ella. Y así decidí moverme a esta ciudad, lo intenté y con ligero esfuerzo conseguí un espacio en ella. Mi padre, a regañadientes, aceptó que me dedicara a algo tan distinto a lo que pronosticaba para mi futuro, y es claro que no estuviera de acuerdo, cuando menos ahora es claro y en ese momento no era más que otro mal argumento de su parte para coartar mi libertad insaciable.
A mediados del 11, encontré una pequeña casa cerca del CUCSH de la U de G, el 1001 de la Padre Kino, en Alcalde Barranquitas, y nunca imaginé que dejaría la mitad de mi vida en ese lugar. Las primeras semanas fueron elegantes, pero al iniciar octubre todo se vino a bajo debido a una mal entendida hospitalidad, y mi pequeña casa se llenó de demonios, pequeños, y hasta cierto grado inocentes, en el sentido de ignorancia, no de pureza. Me conduje, y los conduje a ellos sin saber, hasta la risa más sincera. Cristóbal, con su coherencia eterna me advirtió de evitarlos, y yo con mi necedad constante intenté encontrar en ellos un salvavidas. Encontré una vida, una completamente ajena a la mía. Sin letras y sin mensajero, envuelta en el quehacer diario y los vicios más alegres...
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