De reproches y lagrimas
Aunque no lo aceptes, sé que leiste el suelo la ultima vez que nos vimos. Buscaste por toda la habitación rastros de que ella hubiera estado ahi antes que tu, y cualquier indicio lo habrías convertido en un fuerte argumento de tus teorias paranóicas. No encontraste nada en que apoyarte, y tu cara de niña caprichosa junto con tus ojos llorosos llovían una tormenta de rabia a falta de palabras. Me preguntaste porque lo hacia, mirandome a los ojos intentando convencerme de que en verdad no sabias la respuesta.
¿Cuantas veces jugamos a vernos a los ojos para descubrir lo que el otro estaba pensando? Soliamos ser honestos, y reirnos cuando no llegabamos a nada. Siempre disfruté mirarte así, y buscar en tu alma algo que no hubiera visto antes. Tu preferías terminar el juego cerrando los ojos, pidiendome un beso como bandera de paz, y yo nunca me atreví a negarte un beso.
Y de repente fuimos dejando los juegos y los encuentros eventuales en cualquier lugar, o en tu cuarto o en el mio, para dar plaza a los horarios y programas de fin de semana. Los mensajes inesperados, fragmentos de poemas y textos propios y ajenos que haciamos propios, cedieron lugar a las preguntas de doble filo, y nos acuchillamos con ellas hasta desangrarnos. Aún no entiendo porque dejaste tus tennis para usar zapatillas, y entiendo menos el que pensarás que yo dejaría mis camisas sueltas para ajustarme una corbata.
Sigues sin entender que lo nuestro era un juego, uno muy serio, entre tu y yo, con partidos en casa y de visitante brevemente planeados, sin mas rituales que fumar juntos hasta que el sol nos alcanzara. Siempre supiste que soy un rebelde, y si prefieres decirlo así, un traidor tambien, pero tu fuiste quien traicionó las reglas nunca dichas de nuestro pequeño universo, y por esa razón se desequilibró, y asi me llevaste contra mi voluntad a la asfixia.
Me esforzé hablando contigo, y descubrí con tristeza que al romper las cosas como soliamos hacerlo antes, ya no reías ni te alegrabas. Cambiaste, quizá maduraste. Yo no lo hice, continué con mis juegos y tareas ensoñadas. Al fin, el color se acabó rápido, y tu estas aquí, ahora, mirandome a los ojos, con esos tristes ojos que ahora tienes, con lagrimas y rojos, que me preguntan como fue que perdimos nuestro amor, pidiendome un beso que sabemos bien no ya no tendrá sabor.
¿Cuantas veces jugamos a vernos a los ojos para descubrir lo que el otro estaba pensando? Soliamos ser honestos, y reirnos cuando no llegabamos a nada. Siempre disfruté mirarte así, y buscar en tu alma algo que no hubiera visto antes. Tu preferías terminar el juego cerrando los ojos, pidiendome un beso como bandera de paz, y yo nunca me atreví a negarte un beso.
Y de repente fuimos dejando los juegos y los encuentros eventuales en cualquier lugar, o en tu cuarto o en el mio, para dar plaza a los horarios y programas de fin de semana. Los mensajes inesperados, fragmentos de poemas y textos propios y ajenos que haciamos propios, cedieron lugar a las preguntas de doble filo, y nos acuchillamos con ellas hasta desangrarnos. Aún no entiendo porque dejaste tus tennis para usar zapatillas, y entiendo menos el que pensarás que yo dejaría mis camisas sueltas para ajustarme una corbata.
Sigues sin entender que lo nuestro era un juego, uno muy serio, entre tu y yo, con partidos en casa y de visitante brevemente planeados, sin mas rituales que fumar juntos hasta que el sol nos alcanzara. Siempre supiste que soy un rebelde, y si prefieres decirlo así, un traidor tambien, pero tu fuiste quien traicionó las reglas nunca dichas de nuestro pequeño universo, y por esa razón se desequilibró, y asi me llevaste contra mi voluntad a la asfixia.
Me esforzé hablando contigo, y descubrí con tristeza que al romper las cosas como soliamos hacerlo antes, ya no reías ni te alegrabas. Cambiaste, quizá maduraste. Yo no lo hice, continué con mis juegos y tareas ensoñadas. Al fin, el color se acabó rápido, y tu estas aquí, ahora, mirandome a los ojos, con esos tristes ojos que ahora tienes, con lagrimas y rojos, que me preguntan como fue que perdimos nuestro amor, pidiendome un beso que sabemos bien no ya no tendrá sabor.
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