De odios
Sabes muy bien que te odio, pues gracias a ti conocí la culpa. Antes de eso, iba muy cómodo por el mundo aplastando mi entorno para imponerme a él. Nunca hubo algo que me hiciera dudar o resentir el daño que mis acciones pudieran generar. Mi mundo sobre el mundo, y nada mas. Hasta que tu, veneno del mundo, te inyectaste en mi persona contra toda mi voluntad y razón. No es que yo quisiera, mas bien me fue imposible resistir la tentación de conocerte.
Y te odio aun mas, porque tu fuiste el primer motivo para hacer a un lado mi orgullo, piedra angular de mi persona, que formaba una barrera sólida contra todo. Nada peor que entrar en conflicto con tu persona por algo que esta fuera de ella, aunque no luciera así. Tu, en efecto lograste estar dentro y fuera a la vez, desquisiando mis valores.
Pero el odio mas sincero que hay en mi, es porque al conocerte te amé al instante. Y resumiendo, esa fue la causa de todo lo anterior. Y para eso no existe vacuna, aún cuando toda mi vida anterior practiqué rechazado las ofertas de paz que el mundo me ofrecía. Desistí, con gran tragedia, de agredir a lo que me rodeaba para agredirme a mí, y así convertirme en algo, un remedo de mi mismo, con capacidad para estar contigo, cuando menos para ir hacia ti.
Y mucho he tardado en comprender el tremendo sabotaje que me infringí, comprensión indispensable para romper las ideas suicidas que me impedían el poder para, tranquilamente, volver hacia mí, hacia yo, hacia mí...
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Regresa