Recuerdos de una tarde cálida.
Música de fondo para acompañar la breve lectura.
"No dejes que entren mas personas aquí, nada ganas y ni siquiera sabes quien viene sólo a chingarte". Pero jamás he obedecido las reglas de la propia subsistencia. Construí este espacio, y acepté a todos en él. Un mundo sin libre acceso está a un paso del oscurantismo. Las restricciones son la herramienta que mantiene la clase, que destruye al hombre en sí mismo y que lo disfraza de absurdos.
Entonces hay que avanzar en la dirección difícil, encontrar a las personas incapaces, y capacitarlas. Vaya, es un juego de esperanza. La lucha es un acto indispensable de coherencia, es un juego personal.
Hay algo por lo que luchar, hay alguien con quien luchar y algo que confrontar. No es, ¿Cómo se dice? Opcional.
Amo el olor de la tierra después de una intensa lluvia, me recuerda que no hay nada que el agua no pueda llevarse; ningún castillo; ninguna pena.
La vinculación puede constituir la base indispensable de la creatividad, y no la inspiración, como es comúnmente aceptado. Es poco lo que representa el hombre ante el entorno, y ni siquiera el hombre más grande puede hacer algo memorable por sí solo. No es tiempo de héroes, sino de redes de pequeños seres.
La importancia básica reside en la transmisión de emociones hacia las ideas. Ni siquiera las ideas mismas son tan valiosas como el sentimiento que ellas nos producen. Sin este sentimiento no hay voluntad. La grandeza de una idea no es más que la fuerza con que se trabaja y defiende.
Las nuevas generaciones pueden verse mermadas de ideas que no son defendidas o trabajadas con suficiente fuerza, así como muchas técnicas se han perdido por falta de aprendices.
Los hombres nos unimos de manera involuntaria por miedo al entorno, por negligencia ante la Naturaleza. Nos sometemos en la medida de lo posible a un juego colectivo, un juego que nos permita participar a todos.
La construcción social lleva rumbos inciertos y confusos, todos queremos viajar a salvo y esquivar de manera espontanea la muerte.
Nos sometemos al amor por el prójimo, por qué entendemos que le necesitamos, en un acto de absoluta conciencia.
Nos buscamos unos a otros, porque no queremos estar solos, un básico contrato social. Y buscamos a alguien entre la multitud que nos comprenda y acompañe, en un caprichoso afán por vivir mas allá de nosotros mismos, en las ideas y en los errores y sentimientos que, en teoría, no podrían encontrarse juntos más que en nosotros mismos.
Y encontramos a esa persona, para darnos cuenta que tanto la guerra como la sumisión, que la incomprensión y las pérdidas de todos los que han estado antes, pueden verse justificadas. Alcanzada la felicidad, ningún esfuerzo puede considerarse excesivo.
En la cima del mundo estás tú, velando por todos, y en algún lugar estoy yo, construyendo una escalera. Entre los dos, no hay distancia, sólo un interminable destino.