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domingo, noviembre 16, 2008

De Pasos

Salí a la calle, sin considerar destino alguno. Todo lo que se hace tiene algún punto por objetivo, desde una persona, una sensación, un lugar, y es por eso que decidí salir sin otro deseo que el de caminar, de rumbear como a los once años y no desear saber hacia dónde, dejar mucho, casi todo, a la improvisación. Así cuando baje del micro, cruce la Juárez a paso veloz, ese ritmo más acelerado de lo normal, que cansa a los cien metros a cualquier acompañante. Camine así hasta llegar a las tres cabezas, y cuando lo empecé a notar, mis piernas estaban temblando. ¡Cuanto tiempo tenias sin caminar así!, el cuerpo me estaba reclamando, de exigirle tanto después de un descuido de meses. Seguí rumbo al mercado negro con un andar más tranquilo, y llegue a ese mismo puesto donde, a los trece y con algo de regateo, compre una pulsera verde que me acompañaría hasta los dieciséis. Compre otra pulsera verde, distinta de la primera, pero no importa demasiado, yo también soy diferente ahora. Camine por el malecón, y lo encontré lleno de recuerdos fantasmas, de esos que se esconden tras la puerta y no salen sino cuando menos los esperas. Me tire en una banca para ver los colores cambiantes del cielo, y muy en lo alto divise una ave, veía claramente su vuelo tranquilo, su aleteo ligero y me imagine la cara de Alguien mientras le explicaba lo que veía, sus expresiones de estasdrogado, y mi frustración al intentar señalarle la trayectoria del halcón {¿porque debería ser un halcón para volar tan alto, no?} del tamaño de una estrella. Pare a comer un taco y justo cuando lo había pedido recordé que en ese lugar no servían mostaza, ¡un taco de camarón sin mostaza!, ya que. Seguí caminando rumbo a la Juárez, ahora con un paso casi normal. El Paso Del Norte estaba infestado de policías y no había putas en la esquina, me senté unos minutos a ver la escena, hasta que uno a uno desaparecieron los representantes de la ley. Ya esperando el camión de regreso, me tope con una pulsera más. Inconfundible, el mismo estilo que abundaba en Monterrey. La compre, y un punk se me acerco para lanzarme una pseudoacusasion por comprar pulseras fabricadas y no artesanías, como si los punks fueran representantes del frente indígena, y meras consecuencias de la sociedad {sniff sniff}. A fin de cuentas la pulsera que compre era artesanal, pero resulto inútil el intento por hacérselo saber. Subí al 134, y se lleno antes de llegar a la colchonera. Ahí subieron unos tipos a cantar clandestino, o una estrofa de la canción cuando menos. No habían terminado de bajar cuando dos sujetos de apariencia de soldados veracruzanos, empezaron a echar de madres por la música. Que si porque no tocan de los tigres, que si no esto y lo otro, y no habían terminado de arrancar el camión cuando uno de ellos pidió la parada. No había terminado de cerrar la puerta el microbusito cuando el tipo ya estaba vomitando. Definitivo, como a los once, cuando no casi nada me era familiar, ahora de igual manera ya casi nada me es familiar. Debo salir a desempolvarme más seguido, sniff sniff.