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sábado, diciembre 12, 2009

De Paseos Y Nostalgia

Subí al microbús frente a la casa de tres pisos. Después de tanto aburrimiento casero decidí conseguir algunas monedas, suficientes para pagar mi pasaje de ida y vuelta a Ensenada(al centro de Ensenada, pues vivo en Chapultepec, que no es lo mismo). Después de un viaje aburrido, pase frente baje en la esquina de Floresta. Por Juárez caminaban unas decenas de peregrinos rumbo a la iglesia, desconozco el rango que tenga (capilla, catedral, parroquia), sobre la Floresta entre 5 y 6. Camine rumbo a Coppel y decidí bajar por el puente para caminar junto a la laguna que se había formado en el cauce del arroyo. Pase debajo del puente nuevo de la 4, estaba iluminado, perfecto para los indigentes de primera clase. Imagine de repente como seria ese rio si artificialmente, obvio, se llenara de agua. Sería muy atractivo, más aun si tuviera peces. Con escalones de agua, para evitar el azolve y poder elevar el nivel del agua sin necesidad de un gasto excesivo del liquido. Imagine también que otros ríos de la ciudad podían ser arreglados de manera similar, dando un aspecto elegante a la ciudad. En especial este arroyo, en el centro, podría ser detallado con un paseo a pie, una extensión del malecón tal vez, con iluminación y bancas, incluso, si no es mucho pedir para Ensenada, unos cuantos artistas ofreciendo sus servicios. Cuando llegue al malecón comenzó una tortura. Las bancas, casi todas, tenían cada una de ellas a una pareja, casi todas muy abrazas, por el frio quiero pensar. Recordé a mi chica y entristecí, en realidad que en momentos lluviosos como este es cuando más me hace falta. Cuando cruce el asta comenzó una ligera llovizna, que frente al cine se volvió una lluvia normal. Baje por el mercado negro, esperando llegar al mar, pero de camino encontré a dos señores jugando en un tablero viejo y con trebejos muy gastados. Como mosca frente a una gota de miel, mejor dicho un puño de estiércol, les pregunte que si podía observar la partida, con intenciones de jugar cuando esta terminara. Un final de dos torres contra torre y alfil dio lugar a una intensa lucha, que termino en la derrota, nada fácil a mis ojos, del jugador negro con dos torres. Enseguida me invitaron a jugar contra su retador, y después de tres vergonzosas partidas, con ventaja clara desperdiciada, nos retiramos los cuatro jugadores, acordando vernos ahí un día de la próxima semana. Camine por la Miramar, y cuando cruce la 1, la lluvia había arreciado bastante. El frio y el agua despertaron mi apetito tabaquero, y pregunte a unos taxistas donde podría comprarlos sueltos, apuntaron hacia adelante. Entre en un hotel y le pregunte a la recepcionista por la venta de cigarrillos individuales, capitalistas de preferencia. Ella me ofreció uno, le pedí y pague dos, y encendí el primero, creo que era el primero, en la puerta del hotel, justo antes de salir a la lluvia. La segunda era un lago, y tuve que cruzar la calle y subir un poco para atravesarla sin ahogar mis tenis. El cigarrillo fue asesinado por la lluvia, y no quise arriesgar a su hermano hasta llegar a la Coppel. En la parada, y ciertamente a lo largo de todo el trayecto me había acosado la presencia de tantas parejas, más de las que veo en un paseo común por la ciudad, abrazadas bajo la lluvia. Me sentí apático hacia ellos, incluso los odie un momento, yo quisiera poder hacerlo. Otra vez sentí nostalgia, maldita añoranza. Encendí el segundo cigarrillo, y lo fume rápidamente por si el microbús se aparecía antes de lo previsto. Paro de llover, apague la brasa con los dedos y tire la colilla dentro de un bote de basura, seudo-ecologista. Llego mi transporte y subí tras sacudirme los tenis. Justo antes de llegar a casa pise un charco.